viernes, 5 de enero de 2018

Una buena conversación

Antes de escribir este post, tuve que pedir su autorización porque iba a hablar de él. Lo pensó pero al final me dijo que no había problema, que lo escribiera, así que se los narro:
Desde que me vine a trabajar a Chile he pasado noches de frío, noches solitarias, noches en las que me hacen "compañía" quienes están más lejos y a quienes quiero más cerca.
A la segunda semana de estar en La Serena tuve que comprar una taza para las bebidas calientes, porque, aunque ya el invierno había pasado, para mí , acostumbrado al calor del trópico, era una tortura que me congelaba los nudillos.
Fui a un almacén chino y busqué la sección de tazas... estaba al lado de los juguetes, lo cual no me pareció extraño sino hasta la primera vez que me habló.
"Por fin me sacaron de ese aburrido estante. No soportaba a los otros tipos: quejones y criticones!" Yo miré a los lados y no vi a nadie, pero sabía lo que había escuchado y sabía que no era mi imaginación. Pero no le di importancia porque al otro lado de la pared de la cocina donde estaba preparando te hay una casa y sus conversaciones se escuchan como si estuvieran sentados en esta cocina.
Pero cuando vertí el agua caliente a la taza, se destapó en elogios. "¡Ohhhh que rico! ¡Por fin! ¡agua caliente otra vez!"
Wow una taza blanca de porcelana me estaba hablando. Es decir me estaba hablando y agradeciendo el agua caliente. ¡Que inusual! A mí me hablaban las lámparas, los lápices, los floreros, pero nunca había conversado con una taza.
Esa noche me explicó que aprendió a hablar cuando era vecino de los juguetes en el almacén, y que estaba agradecido por que lo compró un tipo como yo (que al menos le creo y lo escucho) porque según me dijo "hay cada loco por ahí rompiendo las tazas, que ni te imaginas".
Desde esa noche me cayó bien la taza y hemos compartido algunas vivencias, siempre, al borde de un buen te o un buen café.

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